André Maurois
Emile Herzog
Biógrafo y crítico francés
Nació el 26 de junio de 1885 en Elbeuf, Francia. Cursó estudios en la
Universidad de Caen. Desde 1904 y hasta el estallido de la I Guerra Mundial,
trabajó en una fábrica textil propiedad de su padre. Fue oficial del Ejército
francés en la I y la II Guerra Mundial. Su primera obra editada fue, Los
silencios del coronel Bramble (1918), un relato humorístico de sus experiencias
durante la I Guerra Mundial. Cinco años más tarde escribió la biografía Ariel o
la vida de Shelley (1923). Después aparece Lelia o la vida de George Sand
(1952). También escribió Historia ilustrada de Francia (1960), así como diversas
novelas y crónicas autobiográficas. En 1938 fue elegido miembro de la Académie
Française.
Consejos de un Octogenario
A los ochenta años, André Maurois tuvo el humor y la energía suficiente para
acceder al pedido de un joven de veinte que le solicita un consejo acerca de "la
conducta de la vida". Conmovido por la juvenil petición, le contesta con una
larga carta abierta.
La primera, sencilla y a la vez exigente norma de conducta que le señala es que
"hay que vivir para otra cosa que para sí mismo".
"El hombre que medita sobre sí mismo encontrará siempre miles de razones para
ser desdichado. Jamás hizo lo que hubiera querido y debido hacer; jamás obtuvo
todo lo que, según pensaba, se merecía; muy rara vez ha sido amado como hubiera
soñado serlo. Si rumia el pasado, experimentará penas y remordimientos, lo que
es inútil". Y concluye que "todo ser que vive para los demás (...), olvida
maravillosamente sus angustias y sus pequeños intereses".
La norma segunda es "que hay que actuar", porque "en lugar de lamentarnos de lo
absurdo del mundo", se debe intentar "transformar este pequeño recinto en el que
fuimos arrojados", pero sin la vana aspiración de cambiar todo el universo.
"Cada uno -insiste con inteligente realismo- en su esfera de acción: yo escribo
libros, el carpintero arma los estantes de mi biblioteca, el agente de policía
dirige el tránsito, el ingeniero construye, el intendente administra la comuna.
Todos, si se ocupan de labores que saben realizar, se sienten felices en el
momento de actuar".
Regla tercera: "hay que creer en el poder de la voluntad", con sus limitaciones,
es decir, sabiendo que "la libertad vive en la frontera entre lo posible y la
voluntad".
Cuarta regla: ser fiel a las promesas, a los contratos, a sí mismo, porque la
fidelidad termina por crear "aquello que la justifica". Esta misma regla la
enuncia de esta otra manera: "hay que pertenecer a esa clase de hombres que
nunca decepcionan. Maurois advierte que no es una virtud fácil, ya que "mil
tentaciones se atraviesan en el camino del compromiso que se adquirió".
Citas y frases célebres>André Maurois
Cuando las cosas no van bien, nada como cerrar los ojos y evocar intensamente una cosa bella. El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza. En el amor han de ser más atrevidos los gestos que las palabras, pues asustan menos. En una discusión, lo difícil no es defender nuestra opinión, sino conocerla. Es fácil ser admirado cuando se permanece inaccesible. La acción es lo único que tiene un gran valor. Soñar que se juega al tenis no es nada. Leer libros de tenis no es nada. Jugar al tenis es un gran placer. La vida es poca cosa; pero gocemos de ella mientras esperamos la muerte; que no es nada. Lo bello es aquello que es inteligente sin reflexión. Lo único importante en una conversación para obtener una cosa de otro es tenacidad, voluntad y hablar, hablar, machacar. Siempre sucumbe el más débil. ¿Porqué no admitir que empezamos a cada momento experiencias nuevas y que en cada una de ellas el pasado no es más que un sueño. Ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa. Si conociéramos a los demás como nos conocemos a nosotros mismos, sus acciones más reprochables nos parecerían dignas de indulgencia. Sólo hay una verdad absoluta: la verdad es relativa. Todo deseo estancado es un veneno. Todo lo que merece ser hecho, merece también ser bien hecho. Todo se puede probar si las palabras que se usan no están bien definidas. |